«En la retina» con Alfonso Ávila
«El Soro»
Hablar de El Soro, es hablar de una figura del toreo. Nadie lo puede poner en duda, vista su trayectoria profesional, plagada de éxitos y triunfos, pero también de tristezas y sinsabores.
Y ha logrado serlo, sin triunfar en las dos plazas referentes del planeta taurino, como son la Maestranza de Sevilla y Las Ventas de Madrid. Pocos toreros pueden presumir de ello.
No obstante, es un torero que cortó un gran número de trofeos en todas sus actuaciones, y que sí tuvo, actuaciones memorables en plazas como Valencia, Córdoba, Bilbao, Bogotá, Aguascalientes… y un largo etcétera, aunque siempre le quedaron pendientes estas dos, donde tuvo muy mala suerte, tanto en toros como en percances.
Su aparición se produjo en un momento de cierto declive de la afición valenciana, que había dado la espalda a la fiesta, y sobrevivía la plaza en busca de nuevas sensaciones.
La aparición de El Soro supuso un revulsivo para Valencia y su comarca de l’horta, que encontró por fin un torero que recogiera el testigo de Manuel Granero y Vicente Barrera.
Hijo de un modesto novillero, Vicente Ruiz vino al mundo en Foyos el 30 de Mayo de 1962, en el seno de una familia en la que sólo se hablaba de toros y toreros.
Los capotes y muletas de su padre eran los juguetes de los hermanos Ruiz Soro de los cuales Pedro fue el primero que intentó la aventura del toro aunque tan sólo llegó a actuar en novilladas sin picadores, ya que una leucemia se lo llevó para siempre.
Pepe, fue el segundo que se atrevió, pero tan sólo intervino en algún festejo como sobresaliente y Vicente, quizá el menos dotado físicamente, para esta profesión sería el que más lejos llegó. Enrolado en los espectáculos cómicos Los calderones y el Toronto, prosigue su aprendizaje.
En 1978 aparece El Soro en la tradicional desencajonada en Valencia y armó un auténtico revuelo con sus maneras y fue herido gravemente en la axila al intentar banderillar.
Debuta al año siguiente con picadores y en 1980 es una de las sensaciones de la novillería, al alcanzar números de auténtico récord, como torear 45 novilladas, cortando 104 orejas y 26 rabos. Llega la alternativa el 14 de Marzo de 1982, cuando Paco Camino en presencia de Pepe Luis Vázquez le ceden la muerte de Banquero, de Torrestrella.
Tarde triunfal, con corte de tres orejas, que lo catapultan rápidamente a la cima del escalafón. El 21 de Mayo confirma la alternativa en Madrid de manos de Rafael de Paula con Pepín Jiménez como testigo.
Desde ese primer año de alternativa ocupó todas las temporadas que estuvo en activo los primeros puestos del escalafón de matadores. Su carrera se vio truncada por una grave lesión que le obligó a abandonar los ruedos.
Fue el 8 de Abril de 1994 en Benidorm, donde protagonizó la gesta de matar siete toros en solitario, con corte de siete orejas. Ese día bordó el toreo ante un ejemplar de Victorino Martín, de nombre Matajacas.
Comenzaba así el auténtico calvario para el torero que después de veinte años alejado de los ruedos, todavía mantenía viva la ilusión y la esperanza de volver a los ruedos, donde se caracterizó por ser un torero de gran honradez, que dio siempre todo lo que llevaba dentro.
Tras actuar en un festival en México y otro en la localidad vizcaína de Balmaseda, El Soro anuncia su reaparición tras veinte años de forzosa lesión, en Xàtiva. Su gran triunfo, fue volver a hacer el paseíllo.
Pasada esta primera gran prueba, su sueño de volver a Valencia vestido de luces estaba más cerca. Este se produjo el 16 de Marzo de 2015.
Para los que vivimos el sorismo, fue una vuelta atrás en el tiempo. En primer lugar, se colgó el cartel de “No hay billetes”, algo poco común en los tiempos que corren. Después de casi 40 operaciones, una pierna biónica, se jugó vilmente la vida a base de un amplio y sabido oficio. Volvió a hacer vibrar a sus paisanos como en los tiempos en que el sorismo era toda una religión en esta tierra.
Desde su llegada a la plaza, acaparó todos los focos de atención. Tuvo suerte Vicente con su primer astado, un noble ejemplar de Juan Pedro Domecq, al cual recetó de salida su amplio repertorio capotero como verónicas, chicuelinas, revoleras… No rehuyó a la suerte de banderillas, clavando tres soberbios pares, destacando su nueva aportación rehiletera y que bautizó como “ el par del Micalet” (clavar al violín tras un quiebro).
Tras un emotivo brindis al público entregando la montera a sus hijos, toreó con temple y suavidad, una faena cargada de bellos y largos muletazos.
Aunque falló al primer envite, cobró una gran estocada al segundo intento, que dio lugar a una enorme petición, convirtiéndose en una oreja de mucho peso.
Pero El Soro, no tuvo suficiente con esto, y como en sus mejores tiempos, fue a redondear la tarde. No dudó en cruzarse el albero como en tantas tardes, para ir a recibir a su segundo astado a portagayola, esta vez sentado en una silla. Salió airoso del trance.
En banderillas, tras compartir un par con su amigo «Montoliú», rescató su popular par del remolino, en dos ocasiones. Puso la plaza boca abajo con este fenomenal tercio. Brindó a sus compañeros de terna. Con este segundo, un toro más complicado que el anterior, tuvo una meritoria actuación.
Con el afán de cortar otro apéndice, se entregó en la estocada, saliendo dramáticamente prendido. Hubo petición de oreja, no concedida, y «El Soro» dio dos clamorosas vueltas al ruedo. Tras su paso por la enfermería, donde se le diagnóstico un aplastamiento parcial de tres vertebras, volvió al ruedo y salir a hombros por la puerta de cuadrillas a petición de sus incondicionales partidarios.
Si el toreo es emoción «El Soro» emocionó
Artísticamente, diremos que «El Soro» es un torero poderoso con el capote, espectacular con las banderillas donde llegó a patentar varios pares como el remolino, moviola o éste último llamado “Micalet”.
Precisamente en las banderillas, alternó con los grandes rehileteros de la época, Paquirri, Ángel Teruel, Morenito de Maracay, así como con sus inseparables compañeros y amigos, Luis Francisco Esplá y Victor Mendes, componiendo el ya clásico y famoso “Cartel de los banderilleros” que tantas plazas lleno.
Heterodoxo en sus formas con la muleta, pero que fue puliendo defectos, hasta interpretar el toreo de muleta como cualquier otro gran muletero.
También pasará a la historia como integrante del llamado Cartel Maldito de Pozoblanco. Ese día alternó con Paquirri en la tarde en que fue cogido mortalmente por el toro Avispado, y con Yiyo, que fue corneado mortalmente al año siguiente en Colmenar Viejo.
Llama la atención, que aún, hoy en día lleva en su muñeca una goma de atar lechugas. Preguntada infinidad de veces por este motivo, siempre contestó que es para no olvidar su pasado de agricultor, y que delante del toro le suponía el arrimarse más a la res, pues un supuesto fracaso le hubiera llevado otra vez a la dura vida del campo.
Su popularidad y simpatía, le llevó a ser el torero que más peñas a su nombre tuvo. Unas cien en su época de esplendor.
La casta y la honradez son sus principales virtudes, que ha exhibido a lo largo de su carrera.
Alfonso Avila
Aficionado, critico de Bous al Carrer y Licenciado en Historia del Arte
Imagen: Museu del Bou